Along the Mekong

Nos quedábamos sin días de visado y teníamos que tomar una decisión. Solo una cosa estaba clara: tendríamos que abandonar nuestro nidito en Pai y buscar la manera de salir de Tailandia para, al menos, renovar visado. La opción perfecta era, sin duda, cruzar a Laos y descender en barcaza hasta Luang Prabang, antígua capital de un reino budista, ahora patrimonio de la humanidad.

Luang Prabang desde un antiguo templo en ruinas en la cima de una colina al otro lado del  río Mekong

Pero empecemos por el principio…

Para cruzar a Laos desde Tailandia con la intención de descender el rio Mekong hasta Luang Prabang, la mejor opción es desplazarse hasta el pueblo fronterizo de Chiang Khong. A lo largo de este tramo de frontera, el Mekong traza la línea divisoria entre ambos países.

Si estais por la zona de Chiang Mai o Chiang Rai, las zonas más turisticas para trekkers en el norte de Tailandia,  tendreis un montón de viajes organizados hasta la frontera, incluso con la posibilidad de incluir en el paquete el viaje en barcaza hasta Luang Prabang. Otra opción es viajar en bus local hasta Chaing Khong, y una vez allí cruzar la frontera, hacer los papeleos del visado y buscarte la vida en Laos. Si no recuerdo mal, el nombre del pueblo en Laos es Huay Xai. Desde luego, esta última opción es para aventureros que quieren ahorrar unos cuantos dólares…pero no muchos.

Hay dos opciones también en cuanto a qué tipo de barca elegir: lo que llaman «fastboat», que es una barca de madera alargada para no más de 10 personas que hace el trayecto en 1 día a toda leche… o el «slow boat», una barcaza de construcción tradicional que lleva a unas 40-50 personas y tarda 2 días, 1 noche.

Con la cara de constreñidos que llevaban esos dos viajeros y las historias que nos habían contado sobre accidentes en las barcas rápidas, no lo dudamos: barcaza lenta y ritmo Laos

Nosotros, escogimos el camino facil: paquete de minibus+cruce de frontera+barcaza hasta Luang Prabang. Nos salió todo por unos 35€ por persona, por un total de 3 días: 1 día en minibus hasta la frontera y 2 días de travesía por el Mekong; alojamiento y comidas no incluído.

El primer día por el río se hace un poco pesado, porque muy de mañana tienes que cruzar la frontera y hacer un montón de papeleos para el visado, moviéndote de un lugar a otro…pero una vez que te montas en la barcaza, todo se calma y entras en esa «burbuja laosiana» de la que todo el mundo habla.

«Distrae al capitán mientras mientras yo tomo el timón» me dijo…y yo pensando que era de coña me puse a tocar la guitarra frente a él…

«En vietnam plantan el arroz, en Camboya lo ven crecer y en laos lo escuchan crecer» versa un dicho del sudeste asiático. Aquí tenemos a Yao Hua cerrando los ojos e intentando escuchar el arroz…

Yo que soy duro de oído tenía que recostarme un poco y pegar la oreja para poder escucharlo crecer.

Al terminar el primer día de travesía, la verdad es que nos dimos cuenta que pese a lo cansado e incómodo que resulta pasarse todo el día sentados en una barcaza de madera… recorrer el Mekong es una experiencia que te calma interiormente…como si de una meditación colectiva en movimiento se tratase. Además, ir en barcaza te permite conocer más de cerca, a su ritmo, a la población local.

Compadreando con un grupete de navegantes al calor de una botellita de licor de hierbas local.

Al final del primer día de travesía, paramos en un pueblillo a hacer noche. Hay que sacar todas las mochilas del barco y cargarlas ladera arriba hasta el pueblo…algo cansado pero más divertido a ritmo de rumba sin sacar la guitarra de la funda.

Tras el descansito nocturno, nos esperaba lo mejor. El segundo día de travesía pasa por unos paisajes impresionantes…y se suele llegar a Luang Prabang justo antes del atardecer, lo que te permite contemplar en todo su esplendor, el impresionante paisaje donde se enclava.

Impresionantes formaciones rocosas a lo largo del trayecto

Otra impresionante y hermosísima vista a lo largo del trayecto ; )

Despidiendonos al atardecer de la barcaza, que siguió río abajo. Eso nos hizo plantearnos si era posible seguir con ese tipo de transporte hasta Vientianne, la capital de Laos. La información que logramos fue bastante contradictoria. Algunos negaban categóricamente, otros decían que si, pero que solo en barco de lujo que tardaba una semana y costaba algo así como 1500€. También hubo quien nos afirmó que sí, pero que no eran barcas para turistas, por lo que había que preguntar a las que llevan mercancías río abajo, ya que a veces tienen 1 o 2 habitaciones que alquilan para el trayecto. Nos quedamos con ganas de intentarlo, sobre todo después de las 10 horas de autobús que nos comimos por unas carreteras serpenteantes y llenas de baches para llegar hasta la Vientianne.

Una vez en Luang Prabang, nos dimos cuenta de que se había convertido en una especie de parque de atracciones. Hordas de turistas abarrotan la ciudad tomando fotos de todo y de todos. La calma que habíamos sentido durante los 2 días de travesía se esfumaron bastante rápido. Encontrar donde hospedarse por un precio razonable fue otra misión casi imposible. Una habitación que en Tailandia te costaría 5€,  aquí te cobraban 15€.

El cazador cazado. Una hermosa tradición milenaria por la cual los monjes salen de los templos cada mañana a recorrer las calles de Luang Prabang para recibir ofrendas en forma de arroz y comida de la población…se ha convertido en algo más cercano a que un famoso salga de paseo por una céntrica calle de una ciudad: mareas de paparazis por todos lados. La verdad es que tanto turista obsesionado con sacar la foto más «autentica» de ese momento, ha hecho perder gran parte de la autenticidad a esta ceremonia diaria. Personalmente fui con la idea de hacer fotos de la ceremonia, pero terminé haciendo una especie de foto-denuncia: fotografié a los turistas fotógrafos, mostrando muy poco respeto por los monjes (a veces hasta los paraban para fotografiarlos! en la foto se puede ver a una chica de sudadera azul que un segundo antes de que yo tomase la foto les hizo una seña inequívoca con la mano, tipo policía de tráfico, para que se parasen y ella pudiera tomar una foto)

Como casi siempre, hay que escaparse de los mayores reclamos turísticos de un lugar para encontrarlo de verdad. Nos bajamos a los muelles a conocer a los barqueros y hablar con ellos, preguntándoles qué lugares merecía la pena conocer. Tras unas risas y un par de cervecitas Lao, uno de ellos accedió a llevarnos en paseo privado a algunos lugares cercanos con las mejores vistas, al parecer.

Yao Hua encantada de la vida de paseo en nuestra barquita privada

Nos llevó por el río un rato y nos dejó en la ladera opuesta a Luang Prabang. Nos explicó que siguiento un camino y unas escaleras interminables, llegaríamos a un templito muy antíguo y descuidado donde había unas vistas impresionantes. Si seguíamos hasta la cima de la colina, del otro lado, se podían ver unas formaciones montañosas también. No nos lo pensamos y fuimos primero hasta lo alto de la colina, para luego ir descendiendo hasta el templito y ver la puesta de sol desde allí.

El camino resultó ser algo más largo y cansado de lo que parecía desde la orilla del río, pero el esfuerzo mereció la pena.

Vistas desde la cima de la colina. Unas montañas y unos colores de lo más irreales. Parecían sacados de una película de animación.
Vistas desde el templo hacia Luang Prabang

Los hijos del barquero nos acompañaron todo el trayecto. Les encantaba sacarse fotos con caras raras y luego verlas en la pantalla de la cámara.

Tras despedirnos, le preguntamos si merecía la pena ir a visitar las cascadas que anunciaban por todos lados. Su respuesta fue rotunda: yes. Así que ya teníamos plan para el día siguiente.

 

Como conclusión final, creo que el viaje merece mucho la pena. El trayecto en sí es encantador, no solo por el paisaje sino por la calided de la gente. Luang Prabang en si se ha convertido en un destino demasiado turístico, pero sigue tieniendo cierto encanto una vez que te adaptas. El mercado nocturno, los paseillos por sus callejuelas, los masajes tradicionales…

Con diferencia, ir en barcaza, pese a lo incómoda que puede llegar a resultar tras varias horas, es la manera más agradable de hacerse Laos de norte a sur. Las carreteras son muy malas, los buses bastante cutres y no tienes la oportunidad de disfrutar del trayecto de la misma manera.

Desde luego, nos quedamos con muchas ganas de conocer más lugares de Laos, en especial las 4000 islas…pero lo dejaremos para otra ocasión. Quizás cuando Padma crezca un poco más y podamos ir toda la familia.

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